Cuando tuve que enfrentar el fracaso

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Cada quien tiene su historia, algunas de cuentos de hadas, de telenovela, y otras pocas de películas de acción. La mía en cambio ha sido toda una montaña rusa sobre un volcán activo en medio de una guerra nuclear, metafóricamente hablando, ha sido bastante complicada. Con sus momentos buenos, otros muy buenos y muchos no tan buenos. Lo curioso es que muchos de esos momentos no tan buenos han sido esas tocadas de fondo en las que la gravedad  casi me mata y me obliga a reconsiderar la vida como espectador y no como protagonista.


Todas estas caídas libres generalmente van muy ligadas al fracaso,  esa sensación terrible que nos pasa de vez en vez, ya sea por nuestras malas decisiones o tener poca suerte en algunos asuntos del diario vivir. Mis peores tocadas de fondo han ido ligadas a temas de dinero, amor y carrera pero las que me han dejado un buen tiempo en  el hoyo fueron aquellas en las que sentí el rechazo a fuego vivo.


Según la RAE el rechazo se define como el acto de rechazar, que es mostrar oposición o desprecio a una persona, grupo, comunidad, etc. Con esto agrego  a las capacidades, talentos, oportunidades, competencias, metas, opiniones, y sentimientos. Es decir, el rechazo viene de diferentes maneras y en contextos amplios.

Ya todos fuimos rechazados en algún momento de nuestra vida, y realmente duele mucho. Cuando somos rechazados nos sentimos inútiles, poco valiosos, sin talento y desperdiciados. La verdad es como cuando te formas en una cola para recibir helados gratis, y después de horas esperando al llegar tu turno te dicen que no puedes recibir el helado porque no lo has ganado, o no lo mereces. Es muy frustrante y la sensación de ansiedad que te entra al cuerpo te acompaña a todo momento.


A mí me ha pasado que después de invertir toda mi juventud y parte de mi adolescencia preparándome para  el ‘‘futuro’’, que ya es presente, me hayan cerrado  puertas y ventanas en las narices, por no estar lo suficientemente preparada. Y no soy la única, sé que muchos aun jóvenes como yo han desperdiciado sus mejores años pensando que el futuro habría de ser prometedor. Hoy me doy cuenta que la realidad es menos optimista, y anda mucho idiota allá fuera que solo quieren cerrarte el paso y que no sigas creciendo.

‘‘La vida es demasiado corta para escuchar el ruido de los imbéciles. ’’


Es difícil en verdad poder salir del agujero negro que representa saber que no tienes lo suficiente o lo necesario para hacer algo que quieres, o como diría yo: que no te den la oportunidad. Es muy duro aceptar la indiferencia de los demás ante nuestras propias capacidades y valores. Pero les cuento que habrán muchas más en cola por llegar, yo ya he tenido decenas en una sola década, y he aprendido a superarme y segur adelante a pesar del rechazo.  Aceptémoslo, si les permitimos a los imbéciles que dirijan nuestra barco, este nunca podrá navegar en alta mar. El futuro no existe, es un invento para hacernos creer que todo estará mejor. 

El presente es lo que hacemos todos los días para superarnos a nosotros mismos. Así que vamos a por ello.


La Millennial

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