La historia de cómo una crisis existencial no pudo acabar con mi existencia

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Photo by: Lacie Slezak

Hay un factor muy curioso que afecta a esta generación, y es que a pesar de ser quizás la más consumista de este siglo, o la que ‘‘lo tiene todo’’, realmente somos la que ‘‘necesita de todo’’. Es común escuchar a especialistas de la conducta decir que esta generación ha sido demasiado consentida para aceptar el mundo real, poder hacerse cargo de responsabilidades o adaptarse a la vida adulta.

Como estudiante sobresaliente de mi época comencé a estudiar una carrera de grado cuando todavía era una adolescente. Imaginen una chica de 16 o 17 años tener que decidir en que invertirá los próximos 5 años de su vida, para luego tener que enfrentarse a la voraz realidad de conseguir un empleo y hacer carrera profesional. Muchos chicos en la misma situación que yo decidieron abandonar, o cambiar aquello que sus padres pensaron que debía hacer, por algo que a lo mejor no estaban seguros si pasarían toda la vida dedicándose a ello.

En este momento de la vida es cuando entiendes que debes asumir responsabilidades, que debes conseguir un trabajo para pagar tu matricula. Y en los peores casos debes tener 2 trabajos para poder cubrir todos los gastos. Pasas de la vida despreocupada del colegio para tener que dividir  24 horas en estudios, trabajo, prácticas por entregar, y dormir 8 horas. A esa edad es sumamente complicado, y no muchos pudimos lograrlo.

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En esta etapa fue que comencé a conocer los desórdenes de ansiedad, y los rostros de estas complicaciones. El mío no dejo de ser uno de ellos, que no comprendía la rapidez con la que estaban sucediendo las cosas, mucho menos el por qué debía aceptarlas.

Mi primera crisis fue durante el primer trimestre de mi iniciación a la vida adulta. Comenzaron a surgir preguntas en mi mente de ¿Quién soy?, ¿Por qué estoy en este mundo?, ¿decepcionaré a mi familia si no paso el semestre?, ¿Realmente esto que estoy haciendo vale la pena?, ¿Por qué el universo es infinito y yo no puedo dormir 8 horas? Es un cuadro bastante complicado, donde tienes más preguntas que respuestas concretas de por qué estás obligado a hacer todas estas cosas que no te hacen feliz.

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La segunda crisis sucedió cuando fui becaria para una importante compañía. Estaba en los peldaños finales para ser libre de prácticas de estudio y sesiones de clase interminables de 4 horas. Ya tenía un piso compartido con 2 chicas más, y un empleo de medio tiempo mal remunerado al que debía ofrecer la mejor sonrisa cuando algún tonto con cara de morbo me pida que le trajera el informe y una taza de café. Es una época igual de difícil a la anterior, solo que el estrés y el sentimiento de que la vida es una mierda y nadie se ha molestado a contestar tus preguntas te acompañan a todas partes.

La tercera crisis, y quizás la más fuerte de todas es la muy famosa crisis de los 25 que a algunos les llega un poco después, a los 30. Esta es la crisis de la aceptación de la edad adulta, cuando reconoces que ya no te puedes ir de fiestas un miércoles porque debes estar en la oficina por la mañana. Que tus 5 años de universidad no significan un salario que te ayude a recuperar la inversión de tiempo, horas de sueño, fiestas con amigos y todas esas cosas que deben hacer los jóvenes a su edad. Además de que aprendes a administrar gastos y leer las ofertas en los anaqueles del supermercado. En esta etapa comprendes que la vida no está tan en tus manos, como te contaron unos sabelotodo en ese taller de  liderazgo, que  tomaste en tu primer semestre de la universidad.

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Las crisis de ansiedad nunca acabaron, con el tiempo fueron cambiando de depresión, a ataques de pánico, fobia social en algunos momentos e incluso hasta cierta apatía al mundo que me rodeaba. Pero vamos que fui donde algún especialista en algún momento, y descubrí que no soy capaz de llevar una rutina de terapias. Así que tome todos los consejos que pude y los aplique a mi estilo de vida.

No puedo admitir que hoy en plena vida adulta estoy libre de algún desliz emocional, y que me imagine cosas como que el techo caerá sobre mi cabeza de tantas preocupaciones, pero tener buenos amigos, hacer cosas nuevas cada cierto tiempo, tomar riesgos, aprender a controlar la respiración y taparme los ojos de vez en cuando ante ciertas situaciones me ha ayudado a poder sobrellevar las cosas. Sobre todo vivir acompañada de buena música, me inspira a poder evitar pensamientos negativos y adoptar nuevas filosofías de vida.

Photo by: Sydney Zentz


Mi filosofía hoy día es poder hacer lo que yo quiera como lo quiera yo, no los demás, y aceptar los resultados como vengan.

Ahora me surge la pregunta querido millennial ¿Cuál es tu filosofía de vida?


By La millennial

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1 comentarios

  1. Buen Post!
    Me gusta tu filosofía!
    Ya no soy Millenial, pero me gusta estar al tanto de lo que hacen (por mis hijos).
    Arriba!

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